Los Poyas, junto a los Puelches, fueron las comunidades indígenas que vivieron durante miles de años en la región del lago Nahuel Huapi. A partir de 1750, cuando se inicia la “araucanización”, se produce la fusión con el pueblo Mapuche que finalmente termina absorbiendo su cultura. Un poco de historia por Yayo de Mendieta.
Según Salvador Canals Frau, los Poyas o Ténesch, lo mismo que los Tehuelches y los Onas, eran uno de los pueblos patagones del sur o Chónik.
Aunque generalmente se da el nombre de Patagones a todos los indígenas de la Patagonia, es decir del territorio comprendido entre el río Negro y el estrecho de Magallanes y desde el Atlántico al Pacífico hay diferencias entre los patagones del norte y los patagones del sur, aunque originariamente ambos grupos constituyeran una sola unidad.
Con el mejor conocimiento etnológico de la Patagonia las denominaciones generales van cayendo en desuso. Tal sucede con el término chónik que con el valor aproximado de «nosotros los hombres» utilizaban todos los Patagones del sur para designarse a sí mismos.
En su lugar los especialistas prefieren los nombres particulares de cada una de las agrupaciones étnicas en que se dividían: los Tehuelches, los más conocidos, ocupaban el área mayor, desde el río Chubut hasta el estrecho de Magallanes; los Onas en Tierra del Fuego y los Ténesch, arrimados a la cordillera desde el lago Nahuel Huapi al sur.
Milcíades Alejo Vignati otorga a los Poyas una extensión de tierra mucho mayor dándoles como hábitat casi toda la Patagonia, al sur de los patagones del norte, hasta el río Santa Cruz.
En la actual tierra neuquina
Por su parte los jesuitas los describen en detalle sobre el Norte del Nahuel Huapi, donde se encuentra la actual Península Huemul, y donde se construyera la primera misión jesuítica.
- El autor de esta nota tuvo la posibilidad de leer en el archivo de la Compañía de Jesús -Roma 2002- las cartas e informes originales que enviaban los jesuitas sobre sus vivencias al cruzar la Cordillera y convivir con las comunidades que habitaban el “Gran Lago” o “Nahuelguapi”, convivencia pacífica que se extendió durante 47 años, desde 1670 hasta 1717 en que fue destruida la misión a orillas de la actual península Huemul. Luego continuaron los informes hasta el 26 de agosto de 1767 cuando los jesuitas fueron expulsados por el Gobernador Brigadier Antonio Guill y Gonzaga por atentar contra “los intereses de la Corona” tras permanecer 174 años en la región del “Reyno de Chili” que abarcaba por entonces la actual región del Nahuel Huapi.
“El Poya, como los otros patagones, era un lindo tipo de hombre, alto y corpulento, uno de los más altos de la tierra, pero no por ello lo podemos llamar gigante. Su tez no era tan morena, de suerte” -nos dice el padre Olivares- “que si ellos tuvieran más cultura i policia, podían pasar por españoles”.
Los Poyas y los Puelches vivían cerca, pero mantenían su distancia y se respetaban mutuamente, aunque nunca los jesuitas lograron que ambas comunidades compartieran el proyecto de la Misión Nahuel Huapi. Eran de temperamento pacífico y dócil.
Ambas comunidades se dividían por un elemento geográfico: “El desaguadero”, hoy como más conocido como el Río Limay, desde lado de la actual provincia de Neuquén se ubicaban Los Poyas, y del actual lado de Bariloche, los Puelches. Los jesuitas escribieron que para poder pasar de un territorio al otro-cruzar el Limay- se debía enviar un emisario pidiendo permiso y llevando siempre alguna ofrenda, para esperar la autorización y recién después cruzar el río.
Como su economía se basaba en la caza y en la recolección de raíces eran nómadas. Con frutas silvestres hacían una bebida, la chicha, con la cual se embriagaban y a la que agregaban sustancias tóxicas para envenenar a sus enemigos, como hicieron con los padres Felipe De la Laguna y Juan José Guillelmo.
Para poder cambiar su régimen alimentario, los jesuitas – el primero fue Nicolás Mascardi en 1672- trajeron desde Chile los primeros manzanos y poder así incorporar la fruta, pero tanto Poyas como Puelches descubrieron que si dejaban fermentar las manzanas la chicha tomaba un gusto más dulce, y fue entonces que la incorporaron para esta bebida en sus largas jornadas de embriaguez y festejos que eran “al menos una vez por semana y duraban hasta tres días”. De ahí que hoy muchos lugares de nuestra región tenga su nombre referido a estos frutales, como Cuyín Manzano, Puerto Manzano o incluso más de un siglo y medio después, el poderoso cacique Valentín Sayhueque fue llamado “El Rey del País de los Manzanos” por este mismo motivo.
Los principales animales que cazaban eran los pájaros, guanacos y avestruces, y después del siglo XVII, vacunos y caballares que fueron traídos por los mismos jesuitas en la segunda etapa de la “Misión Nahuelhuapi” (1702-1717). Realizaban la caza a pie y con arco y flechas.
Para acercarse a los animales solían disfrazarse con plumas de avestruz o utilizaban pequeños guanacos amansados como cebo. La abundancia de guanacos y avestruces por aquellos años hacía que fuera muy simple su caza, acompañando el movimiento de los animales, que se movían en verano hacia los ríos y lagos de la cordillera y en invierno hacia el Río Limay, alejándose de la nevadas que eran muy abundantes si las comparamos con las actuales. Solo por dar un ejemplo, el jesuita Nicolás Mascardi recuerda que – en la actual península Huemul- la nieve le llegada a superar la rodilla y se mantenía en ese nivel al menos dos meses.
A diferencia de los pueblos araucanos que se establecían en rucas en un misma lugar fijo, tanto Poyas como Puelches eran nómades y no permanecían más de 20 días en el mismo sitio, normalmente siguiendo a los guanacos, que era su comida principal y de la cual sacaban el cuero que luego utilizaban para su vestimenta y el armado de sus tolderías.
El proceso de “araucanización”
Según escriben en detalle los jesuitas Juan José Guillelmo, Nicolás Mascardi y Felipe de la Laguna en sus Cartas Magnas e informes cuyos originales están en los archivos de la Compañía de Jesús, en Roma Italia, hasta principios del siglo XVIII solo se encontraban comunidades Puelches y Poyas en la región del “Gran Lago” (“Naguelhuapi”).
Fue a partir de la mitad de ese siglo, y durante unos 50 años, comienza lentamente un proceso denominado por los historiadores jesuitas como la “araucanización” – no existía por entonces la palabra Mapuche- con el cruce de comunidades de araucanos en búsqueda de paz, luego de más de tres siglos de luchas sangrientas con los españoles, ejércitos que nunca pudieron derrotar por completo a este pueblo guerrero.
Con el correr de las décadas las comunidades araucanas se fueron estableciendo en el territorio de las actuales provincias de Neuquén y Río Negro, absorbiendo las culturas Poyas y Puelches por ser el araucano una comunidad mucho más numerosa, mejor organizada y con un fuerte cultura, motivo por el cual fueron “desapareciendo” los Poyas y Puelches, para quedar unidos a las comunidades araucanas.
Muchas de esas comunidades mapuches aún mantienen al día de hoy sus culturas y tradiciones autóctonas en la provincia de Neuquén, siendo reconocidas por el mismo gobierno provincial.
Yayo de Mendieta
Villa la Angostura