¿Sabías que la agresividad de un perro puede corregirse?. Causas y soluciones

Los perros tienen dientes y, por ello, también cuentan con la posibilidad de morder y causar daño. No podemos olvidar que, aunque domesticados, son cánidos y poseen una potente dentadura como herramienta con la que pueden dañar a otro ser vivo.

Si hay algo de la tenencia de los perros como animales de compañía que en nuestros días desencadena especialmente la alarma social, sin duda son los comportamientos agresivos de nuestras mascotas. Causan en el amo estupor, frustración y desconcierto (“con todo lo que hacemos por ellos”). Etiquetar a un perro como “agresivo” es condenarlo a “cadena perpetua” (aislado de contacto humano) o a una muerte prematura (ante el temor que pueda volver a ocurrir ante nuestra incapacidad de controlarlo).

El mordisco de un perro duele muchísimo. Yo diría que nos duele doblemente: por el dolor físico que nos produce (la inflamación y desgarros, junto a los efectos colaterales de la infección) y por el dolor moral, por la confianza quebrantada y el deterioro de la relación perro-amo.

Desde cachorros

Nuestros perros no se quedan atrás y, pese a ello, generalmente son capaces de controlar la situación y son relativamente pocas las ocasiones en las que tenemos que lamentar incidentes. Podríamos decir que casi nunca muerden aunque tienen dientes para poder hacerlo. Para ello es vital que el perro aprenda durante su etapa de cachorro a inhibir su mordisco, a controlar su fuerza a la hora de morder, de cerrar su mandíbula. Para lograrlo lo ideal es la relación con los congéneres, otros cachorros siempre que sea posible o bien con variedad de perros adultos.

En caso de que esto no sea viable tendremos que ser nosotros los que le hagamos saber, en las sesiones de juego, que su presión es inaceptable y que eso es lo que hace que demos el juego por finalizado. La inhibición del mordisco ha de aprenderse en la etapa de cachorro, de ahí la importancia de la socilización (sociabilización) en este período y la necesidad y beneficios de las clases de cachorros. Es verdad que en algunas razas resulta más fácil lograr individuos con boca blanda, frecuente en los retrievers, siempre dispuestos a soltar, frente a razas de perros de presa, a los que les costará más hacerlo. Pero un manejo adecuado y una buena planificación del adiestramiento desde la etapa de cachorro nos permitirá obtener nuestro objetivo.

Principales causas 

Cuando en el perro adulto nos encontramos con comportamientos agresivos, lo primero que debemos hacer es descartar problemas médicos. Hay perros que reaccionan de forma agresiva cuando tocamos una parte de su cuerpo en la que sienten dolor (una articulación, una inflamación, etcétera). Una visita al veterinario y una revisión general serán nuestra primera opción.

Después, tendremos que llevar a cabo otras valoraciones. ¿Hacia quién o qué dirige su agresividad?; ¿qué desencadena su reacción?; el grado de respuesta a nuestras órdenes de control; la intensidad de la agresión, su frecuencia, etcétera. Antes de colgarle la etiqueta al perro resulta importante que hagamos un detallada descripción de su comportamiento para comprender qué es lo que lo desencadena y poder anticiparnos a la situación para realizar un mejor control.

Los comportamientos agresivos suelen ser autoreforzantes, de ahí la rapidez con la que el perro lo aprende y la fuerza con la que se consolida, razón por la cual resulta laborioso modificarlos. Por lo general, el despliegue de comportamientos que realiza el perro (mirada fija, gruñir, abalanzarse, erizarse…) provocan la reacción deseada en su oponente, que se aleja y deja de suponer una amenaza. Pensemos, desde el punto del vista del perro agresivo, en el comportamiento diario del cartero. Se acerca a nuestro territorio, le ladramos, se para un instante, sigue dubitativo, le gruñimos, realiza pasos cortos y rápidos, le volvemos a ladrar y se va con paso vivo.

Los carteros son los que más ataques sufren.  El perro ha conseguido su objetivo: avisar de la presencia de un extraño y lograr que éste abandone el territorio lo más pronto posible con el menor gasto de energía.

En caso de que esto no dé resultado, se pasa a la siguiente fase de intensidad (desgarro del pantalón o mordisco en la pierna). El perro ha conseguido aliviar su tensión a la vez que se refuerza su comportamiento, que puede llegar a generalizarse (niños, visitas, etcétera).

Tipos de agresividad canina

Hay muy diversos tipos de agresividad canina. De forma sencilla, podemos clasificarla en:

Agresividad animal: dirigida a perros, gatos y personas…

Agresividad aprehensiva: por una situación de miedo intenso y ante la imposibilidad de poder huir.

Agresividad pura: impredecible y dirigida hacia cualquier cosa. De carácter patológico.

Grados de agresión
A la hora de establecer la gravedad de la agresión y poder determinar las posibilidades de solución del problema, la clasificación más utilizada y la que consideramos más clara es la siguiente:

-Nivel 1: avisa y amaga. El perro gruñe, enseña los dientes, ladra, mira fijamente, lanza una dentellada, pero no hay contacto. Sería como una discusión o advertencia entre humanos, que no pasa a mayores y que se olvida con facilidad siempre y cuando hayamos comprendido el mensaje. En estos casos, lo aconsejable es mantener la distancia y no molestar al perro.

-Nivel 2: avisa y marca. Hay una mordedura única, saliva, no hay punción. Hay contacto, un impacto pero sin perforación de la piel. Es un empujón o apartar físicamente para marcar la distancia. Un momento de descontrol que puede ir a más si seguimos sin darnos por enterados.

-Nivel 3: marca con intensidad. Mordedura única, de una a cuatro punciones, la mitad o menos de profundidad del canino. Hay un contacto claro que deja marcas y hace daño. Se acabó la paciencia. Se recomienda responder con un ataque.

-Nivel 4: marca con mucha intensidad. Mordedura única, de una a cuatro punciones, más de la mitad de profundidad del canino o movimientos de la cabeza mientras muerde. En días sucesivos aparecen hematomas en la zona de la herida. Se trata de un ataque con mucha intensidad, cierto ensañamiento y daño corporal.

-Nivel 5: se ensaña. Mordeduras múltiples, más de medio canino del perro de profundidad o movimiento de la cabeza mientras muerde; es un ataque que puede producir lesiones importantes.

-Nivel 6: con resultado de fallecimiento.

Una primera lectura de esta clasificación nos permite anticipar que:

-Los perros de los niveles 1 al 3 presentan un cierto grado de inhibición del mordisco y su pronóstico es más favorable.

-A partir del nivel 3 entramos en niveles altos de riesgo, perros sin inhibición del mordisco y peligrosos.

-Los perros con niveles de mordedura 5 ó 6 (y cuyo objeto de ataque son los humanos) son extremadamente peligrosos y requieren manejo muy especializado y en muchos casos lo más recomendable es restringir el contacto e incluso el sacrificio, algo a considerar antes de lamentar daños mayores.

Otros factores a considerar 
Además de la profundidad del mordisco y de la realización o no de movimientos de la cabeza durante el ataque, hay otros factores que también deberemos considerar:

-Lo predecible que resulta el comportamiento. Cuanto más predecible sea dispondremos de más tiempo para prevenirlo.

-Frecuencia con la que ofrece el comportamiento.

-Grado de generalización del comportamiento agresivo. Ofrece sólo el comportamiento ante perros de tamaño grande y lanudo, o ante cualquier perro.

-Parte del cuerpo que se ataca. Si el ataque se dirige a otros perros y a las patas o al abdomen del adversario, entonces nos encontramos ante perros muy peligrosos que requieren un control y supervisión permanente en presencia de otros animales. Además, habrá que estar muy atentos para controlar que ningún humano realiza actividades o comportamientos similares a las de los cánidos.

Morder las patas del oponente supone limitar su capacidad de desplazamiento y limitar considerablemente sus posibilidades de adquirir alimentos y, por tanto, de supervivencia. Una mordedura fuerte en el cuello o en las orejas, aunque aparatosa por la cantidad de sangre que pueda desprender, deja al individuo con muchas posibilidades de sobrevivir.

La intensidad de la reacción y la intensidad del mordisco serán los mejores indicadores de la gravedad de la agresividad de nuestro perro. Si el comportamiento es muy predecible y sólo se presenta ante desencadenantes muy específicos, tal vez podamos conseguir evitar conflictos en el futuro. En todo caso, tendremos que desarrollar mecanismos de control fiables, una buena llamada, una buena respuesta a órdenes de control y unas herramientas de manejo apropiadas serán de gran ayuda para recuperar nuestra confianza. Si decidimos seguir adelante y poner todas las energías en recuperar a nuestro perro, en lugar de pasar el problema a otros, no olvidemos contratar un buen seguro a terceros.

Soluciones
A la hora de solucionar el problema lo primero que deberemos hacer es no exponer al perro ante la situación desencadenante. De este modo, evitaremos que tenga más oportunidades de realizar el comportamiento y verse reforzado. Nuestro trabajo será estar siempre un paso por delante, las situaciones para evitar que el perro tenga la oportunidad de desplegar su repertorio de comportamientos en lugar de poner nuestras energías en el control.
La utilización del castigo, los gritos y las tensiones son nuestras primeras reacciones, casi instintivas, ante una situación que nos desborda, pero esto no hace más que complicar la situación, descontrolarla y conseguir que se agrave el problema. Es una reacción hasta cierto punto comprensible pero que empeora las cosas. Tendremos que trabajar para alcanzar un alto nivel de respuesta que sea fiable en lugares tranquilos y progresivamente ir incrementando la presencia de estímulos más fuertes, y esto requerirá muchas horas de trabajo y un adecuado asesoramiento profesional.

Otros factores como el entorno de trabajo, el tamaño de nuestro perro y la raza, el tiempo de que disponemos, nuestras posibilidades de dinero y dedicación, nuestro compromiso (y el de nuestro entorno próximo) por solucionar el tema, lo perseverantes que seamos en la aplicación del tratamiento serán claves para poder determinar las posibilidades de éxito con las que contamos.

En la manada, toda esta agresividad se canaliza a través de los comportamientos ritualizados para maximizar los resultados y reducir los costes. Se trata de pasar el mensaje evitando daños costosos para el individuo y para el grupo. Un animal dañado, sin posibilidad de colaborar en la caza reduce también las posibilidades de supervivencia del grupo. En muchas ocasiones, los humanos no somos capaces de leer las señales de advertencia que realizan nuestros perros, continuamos y continuamos sin respetar los límites y terminamos sorprendiéndonos por el ataque. Conocer el lenguaje canino y respetar el área crítica (distancia que establece cada individuo y a la que el individuo se siente seguro de amenazas) es algo imprescindible.

Para la agresividad, más que nunca, lo deseable es prevenir para evitar el deterioro de la confianza perro-amo y evitar daños mayores. La etapa de cachorros es el momento perfecto para sacar el mayor rendimiento de nuestra inversión de tiempo y energía.

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