Sr. Director:
Ayer, 21 de julio, unas 65 personas asistimos a la representación de Instantes, repertorio de ocho obras breves tan bien hilvanadas que el espectador las concibe como un todo muy ensamblado, una unidad… Instantes es una creación colectiva del grupo teatral SERENDIPIA, el cual, según me contara su directora, nació poco antes de la Pandemia, circunstancia que no los detuvo ya que continuaron ensayando vía whatsapp hasta volver a reunirse cuando las circunstancias lo permitieron.
No soy crítica actoral ni pretendo serlo en esta carta. Sí necesito compartir en este medio digital reflexiones surgidas mientras presenciaba la función y que luego prolongué en charla con viejos amigos.
“El futuro es nuestro por prepotencia del trabajo”, es una frase que todos y todas las que alguna vez pisamos un escenario conocimos e hicimos nuestra. Una especie de consigna rectora, de paradigma, de credo compartido por la comunidad teatrera, básicamente la que se reconoce como perteneciente a la rama del teatro independiente, originada en Leónidas Barleta (Teatro del Pueblo, 1930) y que mantiene total vigencia en este siglo. Y cito la frase de Roberto Arlt porque anoche vino una vez más a mi memoria y entendí que se me revelaba por su contenido, claro, pero sobre todo porque este autor era casi analfabeto, como metafóricamente podría aplicarse a ese grupo de actores y actrices de la Villa.
Estas personas, desde hace pocas horas ya entrañables para mí, no ´viven´ del teatro. Trabajan, estudian, tienen familia, sacan tiempo no sé cómo ni de dónde para ensayar, para compartir una experiencia no rentable, un ritual que desde los tiempo más remotos de la humanidad nos hace mejores como personas. Porque sí, cualquier experiencia cultural compartida nos humaniza. Y este grupo de personas logró comulgar anoche una vez más –como los griegos o como los incas- entre sí y con el auditorio que los acompañó.
Estos amigos que me regalaron una noche entusiasta, hermosa, potente, noche que me llevó a revivir intensas experiencias personales, merecen ser nombrados. Para mí ya son mis compañeros actores de la Villa, para otros serán el hijo de, la enfermera de mi barrio, el administrativo que siempre nos atiende, la directora de tal escuela, la maestra de mis hijos, el plomero, el licorero, el agrimensor que me acaban de recomendar, la/el músico que escuché… Estos sus nombres: Verónica Rivas Molina (Nana), Julián Campos, Gustavo Pérez, Mireya Santana, Graciela Giampieri,, Mariano Barbato, Marcela Alejandra Ramìrez, Javier Marino, Valeria Analía Gomez, Bettina Giacomino, Emiliano Desimone … (omito algunos nombres porque no estaban presentes y no llegué a conocerlos)
Nana es la que dirige y conduce al grupo. No es una improvisada, es una persona más que formada para el cargo que desempeña. Su curriculum (desde 1987 a la fecha) como productora, integrante de diversos elencos, asistente, actriz, directora, etc. prueba lo que sostengo. De ella necesito destacar su compromiso, su entrega, dedicación para que el espectáculo se produzca y, por lo tanto, para que los angosturenses puedan disfrutar de una experiencia no frecuente en el lugar y que todos deberíamos apoyar. La Villa, a la que conozco desde principios de los ’80 –situación que entiendo me permite opinar al respecto- ha crecido. Ha crecido mucho en cantidad de habitantes, turistas y sobre todo construcciones (y en desforestación también, permítanme decirlo y corrijamos!!). La Villa es considerada uno de los lugares más bellos del país. Pero, me pregunto: ¿ha crecido de la misma manera en experiencias culturales? Sigue siendo tan acogedora –en el sentido de recibirte con los brazos abiertos, con propuestas comunitarias que nos mejoren la vida, como lo fuera cuando era mucho más pequeña?
Creo que fue en mayo del ’84 cuando vine como integrante del Teatro del Bajo en un camión alquilado a los efectos desde Neuquén capital para ofrecer la obra 300 millones del mencionado Roberto Arlt. Llegamos tarde, cansados, montamos el escenario en una hermosa escuela ´del centro´ y nos acompañó el pueblo entero!!! Y digo ´entero´ porque más de 300 personas, como el título de la pieza dramática representada ese día, puede considerarse una totalidad de gente para aquel otoño/ invierno tal lejano.
Pido perdón por la extensión pero, dadas las opiniones vertidas, deseo refrendar las mismas con una sentencia –tan vehemente como fuera su vida-, de otro genial dramaturgo. La hago propia por considerarla apropiada en este caso. Acá las palabras y el sentir de Federico García Lorca: “Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo”
María Dolores Duarte
DNI 10.044.716
Ex integrante del Teatro del Bajo-Cooperativa el Establo
Neuquén capital.