Sr. Director:
Han de haber sido verdaderamente peligrosos para la salubridad pública los churros decomisados hace horas atrás en la zona portuaria, para haber justificado la inmediata movilización de elementos municipales y provinciales tendientes a dejar la canasta vacía de ese infractor, que no era más que un humilde trabajador que pretendía ganarse la jornada.
Se movieron numerarios policiales para que acompañe a Bromatología y otros actores públicos, haciendo el estado uso de una fuerza desproporcionada y humillante para ese emprendedor que procuraba vender, no otra cosa, que comida a los veraneantes.
Nunca hubo en la historia de este pueblo un solo turista, ni tampoco un solo residente, fallecido por un churro de dulce de leche; y, de contrario, sí hubo distintas muertes violentas y hasta suicidios a causa de estupefacientes.
Las drogas se venden no solo en cercanías de donde fueran secuestrados esos churros, sino también en el centro de la localidad, en inmediaciones de la Comisaría local, y en distintos puntos de todos los barrios, sin excepción; porque el adictivo veneno blanco es más rentable que el dulce repostero que ofrecía ese vendedor ambulante. Aquella se publicita con servicio de delibery a puerta, y hasta se promocionan ofertas por redes sociales a precios bastante más onerosos que los ofrecidos por ese churrero, pisando actualmente los veinte mil pesos el gramo de cocaína en un mercado clandestino que no se detiene ni de día, ni de noche.
Desde el municipio se aprovecha una llamativa demostración de abuso de poder contra un pobre laburante, haciendo gala de un supuesto “compromiso de aplicación de las normativas”, que, desde ya, anticipo que no les creo nada.
Esos despliegues de función del estado, si bien en apariencias de principios legales, tienden a ser aleccionadores y mostrar una rectitud de la cual se carece puertas adentro; y por esa razón, no son moralmente aceptables por la mayoría de la gente.
Se sabe a los cuatro vientos, que los estupefacientes que enferman a nuestra población son infinitamente más dañinos que una fritanga de churros; máxime cuando los tóxicos ilegales son consumidos por funcionarios públicos, algunos de ellos también integrantes de las propias filas municipales, en una novicia administración empobrecida de valores éticos que, al menos hasta el momento, poco o nada ha demostrado hacer para prevenir y reprimir eficientemente la alarmante distribución y venta de drogas ilícitas que circulan por todos lados, en cada rincón de Villa la Angostura, y desde hace añares.
Deberían los agentes municipales -y asimismo provinciales, empezando por Justicia y Policía-, perseguidores de churros, dar el ejemplo antes de proceder al vaciado de canastas de mimbres de personas que trabajan honestamente, ordenándose hacer exámenes de cannabinoides y rinoscopía a todos sus empleados y funcionarios de planta y contratados; y así propender a vaciar un narcoestado cómplice por omisión de servicios esenciales como lo es la seguridad, frente a una expansiva distribución de estupefacientes que es de público y notorio conocimiento, y que seguramente dañan más que los alimentos que ofrecía aquel contraventor inhabilitado; siendo lo anterior actividad delictiva -más grave- que merece prioridad de tratamiento y genuino compromiso y visibilidad por parte de las autoridades.
El churrero y la sociedad, agradecidos.-
Abog. Cristian Hugo Pettorosso
Matr. 2248, C.A.P.N; T°XLVIII, F°208, C.A.L.P; T°600, F°816, C.F.A.L.P.; Tº97, Fº387, C.P.A.C.F.