Historias de vida del Nahuel Huapi: Colonia Suiza y los relatos de don Héctor Goye

Gracias a la intermediación de Elena Almuna, nos pusimos en contacto con Mónica Goye para combinar la entrevista a su papá, don Héctor Goye en Colonia Suiza a pocos kilómetros de Bariloche. Por Gerardo Ghioldi, Archivos del Sur.  Proyecto de recuperación de memorias del Nahuel Huapi de la Biblioteca Popular Osvaldo Bayer de Villa La Angostura

Llegamos en un frio y lluvioso día de la primavera del 2024 y don Héctor nos esperaba bien apoltronado en uno de sus sillones favoritos. Héctor guarda en su memoria parte de la épica historia de los aserraderos del Nahuel Huapi junto a innumerables anécdotas sobre su estadía estudiantil en el Cardenal Cagliero, sus viejos, la familia Goye, el futbol del River Plate de Colonia Suiza y como fue que conoció a la compañera de su vida, doña Dora Posaz.

En esta ocasión presentamos la historia de un hombre apasionado con su trabajo: la madera y los aserraderos.

¡Ah! Feliz cumple Héctor

La madera: los trabajos de un aserradero en Colonia Suiza

Foto: Don Alberto Goye

Me vine a vivir a Colonia Suiza, me instalé con las primeras máquinas para cortar madera, le busqué la forma. Mi papá, Alberto Goye, fue capataz del aserradero y siendo joven me fui dando la idea de que es lo que podía hacer. Así fue mi primer aserradero.

Con el tiempo fui buscando la materia prima, acá en Colonia era el lote de los tíos de mi abuelo Eduardo, don Camilo y Félix Goye. A los que vinieron después les daban una o dos hectáreas de tierra y así se fue formando la Colonia. Mis hermanos tomaron otros caminos.

Siempre me interesó la madera, el quincho lo hice todo de ciprés. Esta tierra se la compré a mi tía, 10 años estuve para pagarle. Ahí tenía los bueyes al lado del galpón viejo atados para trabajar. Empecé a armar mi cabaña y después la fui ampliando.

Foto: Don Héctor Goye y don Hugo Almuna estrenando el mostrador de ciprés del quincho

Hacia madera, compraba madera, vendía leña, el trabajo de toda la vida.

La leña me dejaba muy poca ganancia, mucha mano de obra, eso era para comer. Lo más importante cuando decidís tener una familia, tener hijos, es saber para que estas viviendo. Lamentablemente perdí mi hijo varón muy temprano. Al no tener un hijo varón no pensé en tener un gran aserradero. Fui comprando los aserraderos de distintas personas, viejos que no trabajaban más, se hacía y se vendía madera hasta que en el ´86 se me quemaron los galpones.

El trabajo y la madera

Foto: Don Héctor Goye y la construcción de su primer puente de madera

El trabajo empezaba al voltear el árbol, sacarlo del monte con los bueyes, transportarlo, llevarlo al cargadero, traerlo en un camión Chevrolet del ´46 hasta el aserradero, acá entraba a la circular que la tengo al otro lado del rio (Goye).

¿Cómo se subían los troncos arriba del camión?

Se usaban dos varas y los bueyes del otro lado tiraban con una cadena, después llegó el tractor.

¿Era un trabajo peligroso?

Depende de la cabeza que tengas, por ejemplo, antes de tener el aserradero veía como trabajaban en el aserradero de mi papá y la gente que tenía a cargo. Como sacaban los palos del agua para llevarlos con los bueyes hasta el banco de la circular y a partir de ahí, el que maneja el tema es el palanquero, para dar vuelta un rollizo, guarda que no se va a dar vuelta.                                                  Es peligroso cuando no se tiene la tranquilidad de hacer las cosas bien. Antes de eso yo cortaba madera en el fondo del Tristeza, sacaba leña de arriba del cerro, a pulso hasta el lago. En el lago armaba las balseras que tenía 8 x 20 metros, entraban 230 metros de leña, un metro ochenta escalado. Estaba una semana para cargar solo con un ayudante.  Nunca aprendí a nadar por eso no me ahogue ja, ja.

¿Te acordas el nombre de tu ayudante?

Era hijo del lago Nahuel Huapi, don Selin Francisco, le decíamos Pancho Selin.

La Leña: la gritería de las hualas

¿Como cortaban la leña?

A hacha nomás, después vino la motosierra. Leña larga; la traía, la tiraba para llegar al lago uno, dos, tres botaderos a pulso hasta llegar al lago. Ahí se hacía un corral, se ponía la balsera dentro del corral y se subía, entramando las pilas, 200 metros de leña.

Para salir remolcando la balsa del brazo Tristeza yo escuchaba las hualas.  Cuando el pato a la tarde pasaba al lado de donde estaba durmiendo, gritaba.

Eso quería decir que, al otro día, hasta las doce del mediodía no había viento, entonces salía a remo a las 11 de la noche, a mover la balsa y llegaba a las nueve de la mañana a Bahía López, toda la noche a remo.

Foto; Las hualas, pronosticadores del tiempo

A puro pulso

Armábamos balsas de leña con 230 metros de leña arriba y la direccionábamos con el bote. Con un cable la arrastrábamos para donde queríamos. Eso si, no tenes que parar, porque donde se para, te cuesta mucho empezar a mover otra vez. Estábamos acostumbrados, hacíamos fuego en un tacho arriba y tomabas mate, el mate era fundamental o cocinar en el monte, en la costa del lago estaba arriba de las piedras amasando la harina para hacer las tortas fritas, me cocinaba solo.

En Bahía López parábamos, porque la balsa abajo del agua venia muy cargada, chocaba muy adentro. Tirábamos la leña al agua y la sacamos con bichero afuera y de ahí la cargábamos en el camión, la traíamos a Colonia y la cortábamos de treinta.

La volvíamos a cargar en el camión, la descargábamos en Bariloche, y así… y muchas veces mi papá no cobró…

Foto: Los viejos camiones de la Colonia Nahuel Huapi

El abastecimiento de leña a una Bariloche sin gas

Si vos volteas un árbol, si el rollizo es bueno, queda para madera, generalmente se corta para leña lo que no sirve. Bariloche antes no tenía gas, se calefaccionaba con leña. Cada casa necesitaba 30 o 40 metros de leña para pasar el invierno. Ese era el negocio que había en el momento. Siempre se hizo a hacha, después cuando traíamos la leña acá para cortarla, había una sierra que tenía un motor naftero con una polea para cortarla más fácil. Hoy tenés la motosierra pero antes era todo a hacha.

Los pardos suizos y los 8000 coihues del camino del Llao Llao

Foto 8: La yunta de bueyes, herramienta clave para la colonización

Acá cuando hice el (trabajo de desmonte del) bosque Llao Llao, los palos que sacaba los movía con los bueyes y los cortaba con la trozadora, tenían un metro ochenta de diámetro. Tenía una yunta de bueyes, eran unos pardos suizos, que los conseguí, eran mejor que un tractor, con ellos saqué casi 8000 rollizos de coihue

Con los bueyes entrás en el monte y podes moverte para todos lados. Con el tractor tenés que tener espacio libre sin troncos. Es mejor trabajar en el bosque con bueyes, en aquellos tiempos no tenía tractor tampoco, cuando me vine de la casa de mi viejo no quise traer nada, dejé todo allá, me las arreglaba como podía. No hay mejor cosa que cuando vos solucionas tus problemas.

He tenido accidentes dentro del monte. Una vez me caí de un árbol o te lastimaste y tenes que arreglártelas, no tenía medicamentos, nada, generalmente prensaje del brazo donde sale la sangre y el único desinfectante era el orín. Una orinada cada 15 minutos en la lastimadura, no había otra cosa, era duro pero te la tenías que aguantar.

Metido en la lluvia y la nieve, trabajé toda la vida, mojado. Para mí no existía la lluvia y la nieve, había que trabajar, por eso hoy con 83 años estoy jodido de la cintura y las piernas.

Foto: Don Héctor y sus alpargatas de yute

A pura alpargata de yute nomás

¿Usaban botas para trabajar la madera?

Alpargatas de yute, antes no había de goma. Las de yute con la tela, no te “resfalan” los palos cuando subís. Toda la vida en el lago, metido a la cintura en el agua, alpargatas nomas.

Calidad de la madera

La mejor madera que hay para construir es el ciprés porque tiene mucha resina y no se pudre, el coihue es muy pesado y trabaja mucho, se dobla y los pinos se pudren con la humedad. Al ciprés se le pudre únicamente la parte amarilla que es donde sube la savia y baja por el pellín que es el color naranja del centro, ese puede durar 80 años y no se pudre.

Para la leña cortábamos con el hacha para achicarla, los rollizos lo mismo. Era un laburo bravo, hoy hablarle de hacer eso a la juventud ni loco. La gente se acostumbró a vivir muy fácil.

¿Campamento? No, unas chapas nomás

Que campamento ¡no!, cuatro chapas por si llovía y tenías el catre al lado del fogón sin pared, nada. A la noche cuando estaba en el bosque Llao Llao, dejaba metido en el rescoldo de la ceniza unos palos y me tapaba con una lona y me dormía, a la mañana sacaba el brazo movía el palo y se empezaba a prender el fuego. Fue tan duro todo esto…

El trabajo, ayer y hoy

Las cosas se van haciendo de otra manera porque uno quiere mejorar y hacer las cosas más fáciles. El problema que tiene la juventud es que mientras los padres le dan de comer, nadie se aflige en pensar.  Hay que hacer fábricas, construir maquinas industriales. Seguir formando abogados, escribanos no sirve, hay demasiados. Argentina necesita gente para producir, es medio complicado pero bueno…

Mi viejo se levantaba a las 5 de la mañana y teníamos las vacas encerradas, había que darle pasto, preparaba la pava, el mate. Al rato, cuando terminaban de comer, iba con un farol a querosén para ordeñar las vacas. Después nos dejaba la leche en la cocina de la vieja y agarraba la gorra mocha que le decían, una gorra de vascos e iba abrir el aserradero para empezar a trabajar y a la tarde venia se tomaba unos mates y aporcaba las papas, sacar los pilmes, así fue toda su vida.

La próxima semana seguiremos con la entrevista a don Héctor Goye y sus vivencias con el trabajo de toda su vida: el aserradero. También el incendio y los 45 minutos fatales, los pardos suizos, el desmonte de la ruta del Llao Llao a Colonia Suiza y el River Plate de Colonia.

 

 

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