Es interesante ver cómo la expedición del primer hombre blanco que llegó al lago Nahuel Huapi cruzó la Cordillera en 1620. No menos importante resultó en la historia regional los ataques devastadores de los españoles a las comunidades indígenas, llamadas “malocas”.
Un interrogante interesante que plantea la expedición de Juan Fernández es el conocer su itinerario y el paso que utilizó para trasmontar la cordillera.
El punto de partida de la expedición, como de otras que se hicieron durante el siglo XVI para capturar esclavos en las vecindades del Nahuel Huapi, como veremos, fue la plaza fuerte de Calbuco.
Esta repartición militar fue fundada con el nombre de San Miguel de Calbuco en 1602 por Francisco de Hernández, siendo gobernador Alonso de Rivera, en la parte continental de la provincia de Chiloé, en tierra firme en la entrada del estero de Huito.
Quemada dos veces por los indígenas, se la trasladó a la isla de Caicayen, actual isla Calbuco, donde subsistió hasta nuestros días.
Juan Fernández y sus compañeros alcanzaron luego con las piraguas la boca de Purailla (escrita en el texto «Turailla”, por error evidentemente), actual estero de Reloncaví. Se lo llamó así por la entrada o acceso a la zona de Purailla, nombre con el cual también se conocieron los lagos de Todos los Santos y Llanquihue y que significa «ocho comunidades», por las parcialidades que en ese número poblaban sus riberas.
Luego por tierra llegaron a la laguna Guechocabi o Quechocavi, que significa cinco agrupaciones o parajes habitados, nombre que también recibió el lago Todos los Santos.
Después de remontar el río Peulla, el único camino posible era el que posteriormente usaron los misioneros y que fue reconocido con el nombre de Camino de las Lagunas, que utilizaba como paso cordillerano la cuesta de los Raulíes, seguía por las actuales lagunitas Pangue y Los Clavos, con su desagüe en Puerto Blest, y finalmente el lago Nahuel Huapi, llamado por aquellos tiempos “Nahuelhuapi” o “Naguelguapi”.
La razón de la preferencia del paso de los Raulíes (mil doscientos setenta metros de altura sobre el nivel del mar) sobre su vecino meridional de Pérez Rosales -trescientos metros más bajo y más cómodo- estriba en que el primero permitía superar las escarpadas laderas de la laguna Frías y el río Frías, no navegable.
Sólo después de 1893, fecha en que Juan Steffen lo recorrió integralmente, comenzó a utilizarse el paso de Pérez Rosales.
Las temibles malocas de los españoles
Según Juan Fernández, los indígenas de Nahuel Huapi «servían a las ciudades de Osorno y Villarica, cuando estuvieron pobladas».
Como estas ciudades fueron destruidas en 1604 y 1602, respectivamente, deducimos que ya en el último tercio del siglo XVI los españoles habían descubierto y visitado el lago Nahuel Huapi ya que es inverosímil que los indios sirvieron espontáneamente.
El jesuita Diego de Rosales nos aporta interesantes datos a este respecto. Hablando de la laguna de «Naguelguapi» nos dice que «contiene en su ámbito muchas islas habitadas de indios rebeldes, que ni en las fortalezas de sus islas ni en las murallas y fosos de sus lagunas están defendidos del valor de los españoles y de los indios amigos de Chiloé”.
“Y aunque por su valentía se llamen tigres, los españoles son leones, y pasan a maloquearlos por lagunas y cordilleras, sin embarazarse en su fragosidad ni estorbarles las lagunas que atajen el paso, porque deshacen las piraguas, que son embarcaciones de tres tablas cosidas, como arriba dije, y las llevan cargadas de unas lagunas en otras por las cordilleras”.
Aclara que “y así entran en Naguelguapi y dan terribles asaltos a los indios- se refiere a las comunidades Poyas y Puelches- y pudieran haberles hecho la guerra también por Boroa, pasando por el camino que yo anduve de la Villarica, pero había tantos enemigos antes de llegar allá que era mejor dejar la fuerza mayor del enemigo a las espaldas”
Como vemos, los españoles venían de Chile a maloquear, forma primitiva de la voz malón que como otras tomaron de los indígenas e incorporaron a su vocabulario.
Lenz nos precisa su significado: «campeada; asalto por sorpresa que daban los españoles a los indios para robar i hacer prisioneros de guerra».
Los españoles se llevaban a los hombre jóvenes y adultos, además de todas las mujeres, solo dejaban a los niños y ancianos, a los cuales casi se los condenaba a la muerte a lo poder subsistir por sus propios medios.
Los hombre y jóvenes eran utilizados como esclavos en los fuertes o enviados a las minas del Perú, donde por la intensidad del trabajo su promedio de vida no superaba los 8 años. Por otra parte las mujeres quedaba en los fuertes para servir y atender a los militares españoles y sus familias.
Yayo de Mendieta
Villa la Angostura