El millonario Aaron Anchorena junto a Esteban Lavallol y Carlos Lamarca llegaron de “expedición” en 1902 para conocer las maravillas de la región, pero Anchorena quedó fascinado y decidió construir la primera estancia en la Isla Victoria. Escribe Yayo de Mendieta.
Aaron Anchorena, Esteban Lavallol y Carlos Lamarca se instalaron con todo su equipo y sus asistentes en una bahía muy reparada y bucólica, que hoy se conoce como Puerto Anchorena. Esto ocurrió el 12 de abril de 1902.
Anchorena por entonces cuestionó que todo el territorio estaba ocupado por extranjeros en un noventa por ciento, en su gran cantidad de chilenos, y advirtió el enorme potencial turístico que tenía la región del Nahuel Huapi, un lugar paradisíaco donde apenas vivían unas 300 personas por principios de 1900.
Aaron Anchorena era un millonario y aristócrata cuyo proyecto se basaba en la creación de una estancia modelo en la isla, a la que dotaría de todos los adelantos propios de la época, reservando enormes espacios para dedicarlos a la recreación y contacto con la naturaleza en su estado primitivo.
Una Ley del Congreso de la Nación, Anchorena obtiene el usufructo de la isla Victoria en 1907, condicionado a una fuerte inversión que en realidad ya se había iniciado. En el aserradero de la isla se elaboró la madera necesaria para cumplir sus proyectos: galpones, corrales, tambo, molino.
A la par se edificó el chalet principal, una casa de dos pisos con balcón y ambientes espaciosos. Su interior albergaba una excelente biblioteca, un pequeño museo y una nutrida bodega en el sótano.
Foto: Parte del casco de la estancia antes de ser recuperado y puesto en valor por Parques Nacionales en el 2008
Se construyó un muelle en “Puerto Anchorena” y en tanto viajaba continuamente a la Capital, traía de regreso diferentes novedades para la isla: plantas exóticas, faisanes, caballos de raza, vacas holandesas, ovejas y ciervos axis que libera en la isla para crear un coto de caza.
Foto: Parte de la familia Anchorena y personal de servicio posando en la casa principal.
Sin embargo, y dadas las dificultades en materia de transportes y comunicación, y las múltiples objeciones que surgían en la Capital respecto del otorgamiento del usufructo a Anchorena, éste renunció a dicho permiso y retorno al Ministerio de Agricultura el control de la isla en 1916.
Foto: Goleta Pampa Propiedad de Aaron Anchorena construido por el ingeniero Otto Mühlenpfordt, Nahuel Huapi -1920 – (Archivo Visual Patagónico)
Pese a dejar la región fue él quien impulsó a otras familias aristocráticas de Buenos Aires a venir a conocer la región e invertir para convertirla en la “Suiza Argentina” considerando su enorme potencial turístico y natural como pocos en el mundo.
Así llegaron los Ortiz Basualdo – actualmente sus herederos son dueños de la Península Huemul en la provincia de Neuquén y los hermanos Bustillo, quienes le dieron un gran empuje a la región, en particular al llegar Exequiel Bustillo a la presidencia de Parques Nacionales con un plan de obras y desarrollo para la región que aún hoy no tiene precedentes en la historia.
Incluso fue el fundador de siete “villas turísticas”, que hoy son ciudades independientes, como el caso de Villa la Angostura y Villa Traful.
Foto: El casco de la estancia donde Aarón de Anchorena pensó pasar hasta sus últimos días, pero sólo estuvo allí durante 14 años hasta que el gobierno le sacó la concesión de la isla
El gobierno retoma la posesión de la isla
Para el año 1924, el Ministro de Agricultura, Tomás Le Bretón decide recrear el vivero forestal iniciado en los tiempos de Anchorena. Desde los primeros tiempos, la navegación del Lago Nahuel Huapi era una propuesta atractiva para el turismo, debido a la casi total ausencia de caminos y medios de transporte terrestres. Antes de los años ’20 ya se ofrecían las más variadas excursiones lacustres combinando la visita a distintos puertos.
Foto: Lancha Correntoso y Goleta Pampa, Puerto Anchorena, Isla Victoria, Año 1928 (Col. Catalano en Archivo Visual Patagónico)
En el caso de la isla Victoria el puerto turístico habitual era Puerto Totora, ya que por lo general se pasaba por Puerto Savanah en la península Huemul y luego se continuaba a Puerto Manzano para concluir en el lago Correntoso. Cuando la visita era por más de un día, se utilizaba Puerto Anchorena, de manera que los residentes, don Pablo Gross y su familia, pudiesen ofrecerles alguna asistencia o refrigerio.
En las disposiciones generales de la Ley que institucionaliza a Parques Nacionales sancionada el 9 de octubre de 1934, en su artículo 28 determinaba que “el Vivero Nacional de la Isla Victoria pasaba a depender de la Dirección de Parques Nacionales”.
Debido a la necesidad de disponer de madera destinada a la construcción del Hotel Llao Llao por parte de la institución oficial, se extrajeron de los bosques de Isla Victoria, gran cantidad de los 40.000 árboles, empleados para levantar el imponente edificio. Asimismo, se proyectaron nuevos trabajos tales como la Estación Zoológica de 2200 hectáreas, ubicada en la zona Norte de la isla, creada con el propósito de investigaciones y atractivo turístico.
Explotación forestal
En cuanto a la Estación Forestal, que se desarrollaba entre Puerto Anchorena y Puerto Gross, allí prosperaba una colección espectacular de especies de diversas regiones del mundo.
Las vicisitudes de la guerra en Europa, proveyeron a la Argentina y al Parque Nacional Nahuel Huapi, de excelentes profesionales extranjeros que aportaron sus conocimientos.
En el caso de la isla Victoria muchos de los puestos de trabajo claves en el desarrollo, recayeron en profesionales originarios de Rusia y de países cercanos a esa órbita. Así se formó en los primeros momentos un grupo que se apodaba genéricamente, “los rusos”. Una notable serie de publicaciones técnicas científicas y de divulgación tuvo su origen en la estación forestal durante esta época.
La producción de la estación forestal superaba para 1949 el millón de plantas.
El 30% se donaban para ornamentar plazas y paseos públicos, el 70% se vendía a particulares e instituciones, para grandes forestaciones y aún en forma unitaria a valores muy bajos para así fomentar la creación de jardines particulares. Una joya más con que la Dirección de Parques Nacionales engalanó la región fue la Hostería Nacional de la Isla Victoria, bajo el proyecto del arquitecto Miguel Ángel Césari, integrante del equipo de urbanistas de la institución que tuvieron a su cargo la planificación del equipamiento turístico oficial.
Así la hostería se inauguró en 1948, con un comedor con capacidad para 200 comensales y una capacidad de pernocte de catorce personas. Esta diferencia tenía que ver ya con la regulación de los flujos turísticos, de modo que la mayor parte de los viajeros solo recorrían la isla durante cuatro o cinco horas y solo unos pocos permanecían por períodos prolongados. Lo habitual era que los viajeros llegaran a hacer una visita al vivero, observar los trabajos, recibir información y recorrer el extenso vivero con su inmenso cerco vivo, impecablemente cuidado desde 1928.
Esta excelencia de servicios perduró en los años ’50 y aún a principios de los ´70, pero luego el incremento de visitantes llegó a las 3000 personas diarias, que reclamaban más espacios e instalaciones. Así se agregó al equipamiento de Isla Victoria la Escuela de Guardaparques, que funcionó durante algunos años.
En cuanto a los servicios turísticos, se instaló una aerosilla que reemplazó al viejo sendero, por el que se accedía caminando al mirador del cerro “Maravilla” o “Bella Vista”. Durante 1980, un incendio acabó con la legendaria Hostería Nacional Isla Victoria, edificio que fue reemplazado por el actual y reinaugurado en 2001. (Vallmitjana, Isla Victoria)
Pinturas rupestres
En 1958, el ingeniero Asbjörn Pedersen, un sueco apasionado por la arqueología comenzó a develar las pródigas expresiones de arte rupestre que abriga la isla Victoria. Centurias atrás, hechiceros o artistas aborígenes diluyeron pigmentos minerales en agua y orines, ya que el amoníaco es un excelente fijador, mezclaron otros con grasa animal y poblaron las paredes rocosas de zigzags, círculos, líneas escalonadas, figuras zoológicas y humanas.
Lo que más impresionó a Pedersen fueron las representaciones de llamas, afirmando que dichas figuras revelaban un contacto directo de las culturas locales con las “altas culturas del Perú”, ya que las llamas no pertenecían a la fauna patagónica.
Otro tanto ocurría con los perros y caballos que encontró el capitán Juan Fernández, en su relato de la primera entrada a la región del Nahuel Huapi. Con el correr de los años, su teoría perdió consistencia.
Hoy se sabe que, en el centro de Chile, del otro lado de la cordillera, los araucanos criaban una variedad de llama denominada “hueque”, y que las culturas nativas adoptaron los animales domésticos europeos, más vertiginosamente de lo que se suponía. Habrá que buscar otros caminos para descifrar los secretos de las pinturas de la Isla Victoria. La mayoría ocupa rincones de difícil acceso.
Yayo de Mendieta
Villa la Angostura