Sr. Director:
Por estos días vemos reclamos y manifestaciones públicas de las denominadas “bibliotecas populares” en pos de una defensa de intereses propios y en aras de continuar con el sostenimiento de un sistema de adoctrinamiento paraestatal.
Es de público conocimiento que la mayoría de la gente (tristemente) ya no lee libros y mucho menos los consulta en bibliotecas como sucedía antaño. Hoy toda la información (y muy buena si se sabe buscar y discernir) está en la web.
Y si tuviésemos que pensar en fomentar el libro, nada mejor que compartirlo entre los vecinos; dejarlo en un comercio, oficina (o lugar que se nos ocurra) a disposición del prójimo. Simple y gratis.
O si se quiere, nada más exitoso que la feria del libro porteña; replicable a escala local.
Cuando uno ve la agenda de estos grupos autodenominados “bibliotecas populares” (término que sonaba aparentemente lindo en el siglo XX), encontramos cannabis “medicinal”, ideología de género, feminismo, aborto, pseudoindigenismo, pseudoecologismo, filosofía marxista (cuya violencia es manifiesta y probada), entre tantas otras yerbas, dirigidas a niños y jóvenes en etapa de formación. Sueños frustrados de viejos cheguevaras, intelectualmente empobrecidos y con 50 años de retraso letrinoamericano, que en nombre del “progresismo” parecen descargar su furia con los más vulnerables. ¡Con los chicos no!
El señor nos advierte que más vale atarse una piedra de molino al cuello y ser arrojado al fondo del mar antes de escandalizar (iniciar en el pecado) a uno solo de los pequeños. (Evangelio según San Lucas 17;2)
Y las autoridades? En sus puestos, sin mayores compromisos que cumplir un horario (salvo honrosas excepciones); delegando el trabajo sucio en la escuela estatal y en ONGS, centros culturales, bibliotecas populares y demás agentes “progresistas”.
Eso sí, es al ciudadano a quien obligan a pagar esta fiesta satánica.
Un ejemplo local:
En una biblioteca se propone este mes a niños menores de 18 años un taller de murga y “disidencias”.
Del lado estatal, las ordenanzas 1877 del 2006 y 2856 del 2014 instituyeron la figura del “donante presunto”, reteniéndose a los habitantes de Villa La Angostura una cuota en las tasas municipales, con destino a “bibliotecas populares”. Tributo que resulta inconstitucional (porque el municipio no brinda ningún servicio a cambio), con el agravante que ni siquiera se respeta la decisión del contribuyente que se opone al descuento (art. 3), sino que se sigue cobrando la tarifa.
En suma, pareciera existir una connivencia en el uso del poder estatal para un cobro compulsivo y violatorio de normas elementales y la derivación de los recursos hacia agentes paraestatales que no brindan ningún servicio de calidad a la sociedad, sino todo lo contrario.