El pasado 28 de enero se cumplieron 140 años del reconocimiento del paraje “Correntoso” por parte de denominada Comisión Exploradora del Nahuel Huapi, que estaba a cargo del por entonces Teniente Eduardo O’ Connor.
La Comisión Exploradora del Nahuel Huapi había logrado llegar al lago Nahuel Huapi remontando el Limay, luego de varios intentos anteriores, el día 13 de diciembre de 1883. Así lo describe el documento sobre ese momento histórico: “a las 2hs. 40m p.m. entraba triunfante en el lago Nahuel Huapi, con el aparejo largo y el Pabellón Nacional al tope, la lancha que en ese momento se llamó: “Modesta Victoria”.
Allí comienzan a recorrer el lago haciendo el relevamiento topográfico de la zona, a bordo de la primera “Modesta Victoria”.
Así es como el día 27 de enero de 1884 llegaron al Río Correntoso; el cual describen en el cuaderno de bitácora “realizado esto, continuamos con proa hacia el punto indicado, llegando momentos después a la entrada de un canal, cuyo largo es de 300 metros. Y su ancho de 50 metros, que pone en comunicación Nahuel Huapi, con el otro que es un lago independiente”.
Al día siguiente, lunes 28 de enero, según lo relatan en el mismo cuaderno, llegan a Bahía Mansa: “La aurora nos sorprende ya en viaje. Navegando la costa Oeste. Parecemos pigmeos que pasan al pie de gigantes de granito, tales son las altas murallas que encierran por esta parte el lago.
Tres horas de navegación nos ha bastado para tocar el último extremo al Oeste de Nahuel Huapi, siendo aquí la parte más estrecha de la extraña (por su forma) península que seguimos desde ayer.
Una lengua de tierra de 200 metros. Separa las aguas del lago”. Y así continúa el relato día por día, hasta llegar al 8 de febrero en que se despiden del lago: “…embarcándonos, salimos un poco á fuera y, poniendo la proa al canal formado por dos grandes piedras, único y difícil paso que existe en esta época, damos la voz de: ARRANCA!!!, cayendo a las 12 hs. 45m. p.m. en la veloz corriente del Limay, desde donde mezclamos nuestras exclamaciones y hurras de despedida con el fuerte ruido que hace la corriente, al chocar las piedras”.
“Doblamos una punta, pasamos el primer rápido que se halla á 500 metros de la desembocadura y perdemos de vista a Nahuel Huapi”. <
- Texto de la Licenciada Mónica Hunko. Villa la Angostura. Bibliografía: “Las Modestas del Nahuelhuapi”, autor: Carlos Ariel Solari. Ed. Caleuche. 2011
La expedición
El punto de partida fue el muelle de Carmen de Patagones, desde donde zarparon a bordo del vapor “Río Negro”. La misión consistía en llegar hasta el gran lago andino en una encarnizada escalada a contracorriente, relevando en diarios de viaje información traducida en datos y dibujos que luego se convertirían en los primeros mapas de la zona. Además, se pretendía conocer si existía un paso navegable por agua hacia Chile. “Emprendí viaje aguas arriba con el vapor ‘Río Negro’ (…) con el firme propósito y decidida intención de llegar al Nahuel Huapi (…) y rasgar el velo de misterio que nos oculta el Gran Lago”, escribió el Teniente de Marina O’ Connor en su diario.
Por aquellos años, nuestro país llegaba institucionalmente hasta el Río Negro y la Patagonia era un desierto casi despoblado. Este tipo de expediciones significaba aventurarse a descubrir ese vasto territorio a riesgo de perderlo todo, incluso la vida.
Los ríos patagónicos como el Limay, Traful, Collón Curá e incluso el Negro, (hoy atenuados por las represas hidroeléctricas) ostentaban corrientes capaces de arrastrar todo a su paso, y es en ese contexto donde la travesía cobra su magnitud.
Al llegar a la desembocadura del río Limay, debieron continuar en una ballenera de madera debido a la escasa profundidad y la fuerza de las corrientes, que hacían imposible continuar con el vapor. De nuevo, el jefe de la expedición asentó los estériles intentos por continuar con esa embarcación: “Ni con los cabos de cuatro pulgadas de mena, dados a proa, ha sido posible salvar al vapor; pues el buque queda sin gobierno, haciendo un brazo de palanca tan poderoso (…) que no hay cabo que resista”, y culminó: “Empezaba recién, podríamos decir, la verdadera exploración, pues las dificultades que ofrece remolcar embarcaciones en ríos como estos, donde la corriente media no baja de siete nudos y las costas están cubiertas de tupidos montes, no pasarán desapercibidas para los del arte”.
Cargaron en la ballenera instrumentación y víveres para cinco meses y prosiguieron. En sus innumerables maniobras rompieron los machos del timón (especies de palancas del timón), que repararon destemplando, cortando y doblando la baqueta de un fusil. Sin embargo, cada sacudida obligaba a perder elementos de medición y hasta comida, por mas trincas que se les impusieran. Así continuaron, con remos, vela y a la sirga, por el alto Limay. Muchos entendidos consideran este logro como un verdadero hito en la náutica argentina.
En la insomne noche previa a llegar al Gran Lago, el Teniente O’Connor escribió: “Como sucede al hombre en presencia de los grandes espectáculos de la naturaleza, esperábamos con profunda ansiedad la primera visión del lago y nos felicitábamos con cierto orgullo nacional, al pensar que eran argentinos los primeros que, por el Limay, penetraban en su interior”.
La Comisión Exploradora liderada por O’ Connor, tardó 121 días en llegar a la boca del lago Nahuel Huapi. Fueron días de hambre, viviendo empapados y con el frío de la noche patagónica calando los huesos. Pasado el mediodía del 13 de diciembre de 1883, la Comisión Exploradora alcanzó la naciente del Limay, ante la imponente vista del Nahuel Huapi. “A 2 horas 40 minutos PM, entraba triunfante en el lago Nahuel Huapi, con el aparejo largo y el pabellón nacional a tope, la lancha que en ese momento se llamó ‘Modesta Victoria’”, y agregó: “Presentose a nuestra vista un grandioso panorama en forma de inmenso anfiteatro que se desarrolla en un horizonte de miles de metros. Al frente, desplegase una dilatada superficie líquida (…) de contornos parabólicos, perdiéndose en lontananza y teniendo por base una extensa cadena de montañas de cimas altísimas cubiertas de nieve”.
En sus más de 50 días en el lago, los exploradores relevaron flora y fauna, clima, corrientes, profundidades y 27 islas y 3 islotes, nombrando brazos, ríos, canales, penínsulas y sierras. Eduardo O’ Connor, el gran líder, tenía apenas 25 años cuando comandó la expedición.
Han transcurrido 140 años desde aquel día en que alcanzaron el Nahuel Huapi y la visión que el joven Teniente tuvo en aquel momento, se hizo realidad: “En un porvenir no lejano, cuando la civilización haya penetrado ávida de trabajo hasta sus márgenes, hoy desiertas y solitarias; cuando se reflejen sobre sus límpidas ondas los futuros emporios de población, sólo entonces será un hecho práctico y frecuente la navegación de sus aguas, excelente vía para el transporte y el comercio”.