Los Poyas, junto a los Puelches, fueron las comunidades indígenas que vivieron durante miles de años en la región del lago Nahuel Huapi de acuerdo a los reflejado por centenares de cartas y documentos que dejaron los jesuitas entre 1670 y 1774. A partir de 1750, cuando se inicia la “araucanización”, se produce la fusión con el pueblo Mapuche que finalmente termina absorbiendo su cultura. Escribe Yayo de Mendieta
En la actual tierra neuquina
Por su parte los jesuitas los describen en detalle sobre el Norte del Nahuel Huapi, donde se encuentra la actual Península Huemul, y donde se construyera la primera misión jesuítica en 1670, y que tras un impase por el asesinato de este jesuita se reestableció en 1702 extendiéndose hasta 1717 en que fue destruida por un malón de Puelches “rebeldes” al trabajo misionero de los sacerdotes de la Compañía de Jesús.
El Poya, como los otros patagones, era un lindo tipo de hombre, alto y corpulento, uno de los más altos de la tierra, pero no por ello lo podemos llamar gigante. Su tez no era tan morena, de suerte -nos dice el padre Olivares- “que si ellos tuvieran más cultura i policia, podían pasar por españoles”.
Los Poyas y los Puelches vivían cerca, pero mantenían su distancia y se respetaban mutuamente, aunque nunca los jesuitas lograron que ambas comunidades compartieran el proyecto de la Misión Nahuel Huapi. Eran de temperamento pacífico y dócil.
En 1672 Nicolás Mascardi bautizó la imagen que le enviara el Virrey del Perú, Conde de Lemos, como “Nuestra Señora de los Poyas” debido a que asentó la misión en el lugar donde habitaba este grupo donde estaba la “Reina”, la esposa del cacique Poya que fue liberada de estar detenida en el Fuerte de Calbuco tras cuatro años de intensas negociaciones con las autoridades españolas.
Cuando Juan José Guillermo y Felipe de la Laguna reactivaron la Misión “Nahuelhuapi” a partir de 1702 decidieron rebautizar la imagen que estaba entronizada en una precaria iglesia como “Nuestra Señora de los Poyas y los Puelches” buscando unificar las comunidades que estaban divididas por el “desaguadero” (hoy río Limay). Pese a los numerosos intentos de los misioneros, los Poyas se mantuvieron en la zona de la actual Península Huemul y los Puelches del otro lado del río, manteniendo un distanciamiento que se “mantiene desde que los recuerdos llegan”, según rezan los manuscritos de los mismos jesuitas.
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Según queda reflejado en los numerosos documentos que se enviaron desde la Misión “Nahuelhuapi” a la sede de la Compañía de Jesús (1), en Roma su economía se basaba en la caza y en la recolección de raíces, eran comunidades nómades de unas 200 personas que durante el verano se establecían a orillas del Nahuel Huapi y en el invierno se trasladaban a las orillas del actual río Limay.
Con frutas silvestres hacían una bebida, la chicha, con la cual se embriagaban y a la que agregaban sustancias tóxicas para envenenar a sus enemigos, como hicieron con los padres Felipe De la Laguna y Juan José Guillelmo.
Los principales animales que cazaban eran los pájaros, guanacos y avestruces, y después del siglo XVIII, vacunos y caballares. Realizaban la caza a pie y con arco y flechas.
Para acercarse a los animales solían disfrazarse con plumas de avestruz o utilizaban pequeños guanacos amansados como cebo.
A diferencia de los pueblos araucanos que se establecían en rucas en un mismo lugar fijo, tanto Poyas como Puelches eran nómades y no permanecían más de 20 días en el mismo sitio, normalmente siguiendo a los guanacos, que era su comida principal y de la cual sacaban el cuero que luego utilizaban para su vestimenta y el armado de sus tolderías.
El proceso de “araucanización”
Según escriben en detalle los jesuitas Juan José Guillelmo, Nicolás Mascardi y Felipe de la Laguna en sus Cartas Magnas e informes cuyos originales están en los archivos de la Compañía de Jesús, en Roma Italia, hasta principios del siglo XVIII solo se encontraban comunidades Puelches y Poyas en la región del “Gran Lago” (Nahuel Huapi).
Fue a partir de la mitad de ese siglo, y durante unos 50 años, comienza lentamente un proceso denominado por los historiadores jesuitas como la “araucanización” – no existía por entonces la palabra Mapuche- con el cruce de comunidades de araucanos en búsqueda de paz, luego de más de tres siglos de luchas sangrientas con los españoles, ejércitos que nunca pudieron derrotar por completo a este pueblo guerrero.
Con el correr de las décadas las comunidades araucanas se fueron estableciendo en el territorio de las actuales provincias de Neuquén y Río Negro, absorbiendo las culturas Poyas y Puelches por ser el araucano una comunidad mucho más numerosa, mejor organizada y con una fuerte cultura, motivo por el cual fueron “desapareciendo” los Poyas y Puelches, para quedar unidos a las comunidades araucanas.
Muchas de esas comunidades mapuches aún mantienen al día de hoy sus culturas y tradiciones autóctonas en la provincia de Neuquén, siendo reconocidas por el mismo gobierno provincial.
(1) Libro La Misión Nahuelhuapi 16670-1717
Yayo de Mendieta
Villa la Angostura