Al calor de la asamblea que nos reúne al terminar de desarmar el puesto que compartimos en la Fiesta de los Jardines, nos urge decir, contar que, en tiempos de desencanto, es el hacer colectivo el que permite reimaginar lo común.
Este febrero transcurrió entre reuniones, cálculos de costos, recetas de falafels y asambleas fusionadas. La Cooperativa de Vivienda La Remolinera y la Asociación Mutual La Correntosa unieron esfuerzos y se presentaron juntas en la fiesta del pueblo.
Eran las 17 hs del viernes y, mientras escuchábamos la prueba de sonido, terminamos de preparar el puesto. Durante los siguientes tres días, al menos 20 personas habitamos ese pedacito de territorio compartido, rotando turnos, mates y aprendizajes.
Simbiosis. Poner en común los objetivos de cada organización nos permitió tejer estrategias y afinar la práctica de hacer juntos. ¿Cómo se construye lo común en un tiempo donde lo individual parece ser la única salida? ¿Cómo se sostiene el deseo de transformar cuando la urgencia aprieta? Vamos a ensayar algunas respuestas a estas preguntas desde la experiencia.
Mientras nos reconocíamos en el hacer, reafirmamos algo esencial: la Economía Social y Solidaria no es sólo una forma de organizarse, es una forma de habitar el mundo. Proyectar el mundo que queremos en el mundo en que vivimos. ¿Te parecen contradictorias las palabras “economía” y “social”?
Cuando decimos que nuestras organizaciones no tienen fines de lucro, no significa que no generemos ingresos, sino que no terminan en el bolsillo de unos pocos. Es decir, que los excedentes que se generan se reinvierten para fortalecer el proyecto colectivo, como lo es construir el techo, o ampliar el espacio para poder acopiar alimentos.
Por eso, cuando una organización de la Economía Social y Solidaria crece, no lo hace a costa del esfuerzo de otros, sino multiplicando oportunidades. Que hoy en La Correntosa seamos más de 700 asociados, significa que más familias pueden acceder a alimentos reduciendo intermediarios y que los pequeños productores locales y del país encuentran donde acercar sus productos a la gente sin poner en riesgo su sostén. Que la Cooperativa de Vivienda La Remolinera esté participando de una política pública como la “Mesa de hábitat y acceso al suelo” (creada por ordenanza impulsada por la cooperativa) buscando dar soluciones habitacionales a vecinos y vecinas de la Villa, es expandir derechos solidariamente. Y que ambas organizaciones articulemos, no es casualidad.
Pero, ¿cómo se sostiene esto en el tiempo? Se trata de crear otras formas de organizarnos, donde la democracia no sea un concepto vacío sino una práctica cotidiana. Donde podamos decidir en comunidad cómo queremos vivir, trabajar y consumir. Es ir desde una democracia representativa (votando cada vez que se convoca a elecciones), hacia una democracia participativa, haciéndonos responsables y protagonistas de las problemáticas, y sobretodo, de gestionar posibles soluciones.
A su vez, nuestros horizontes se fusionan cuando entendemos que no es posible hablar de soberanía alimentaria sin acceso a la tierra. La vivienda no puede ser un lujo. El acceso al suelo que habitamos no puede estar condicionado al extractivismo.
Somos seres simbióticos: aquellos que en su encuentro crean otros mundos. No alcanza con desearlos, nombrarlos o legislarlos: hay que construirlos. Nosotros también nos convertimos en mucho más que la suma de las partes.
Toda semilla es política.
Gracias al municipio de Villa La Angostura por el espacio, a las compañeras y compañeros de otros puestos que nos acompañaron, compartieron saberes y nos prestaron equipos. Especialmente al Centro Cultural Manuel Belgrano, El Colectivo del Barrio, la Escuela Don Jaime De Nevares, la Biblioteca Popular Osvaldo Bayer y a la Asociación Civil Vecinos Sin Techo de San Martín de Los Andes.
Gracias a cada persona que pasó, preguntó, conversó, compró, se quedó un rato. Su presencia es también parte de la construcción de este otro mundo posible.
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